Cieza

 Aquel fue el primer lugar donde decidieron quedar

no sabían si después de chatear, sus almas, sus ojos

sus cuerpos, se reconocerían al mirar.

 Madrugadores eran los dos y bien temprano quedaron

y ellos no sabían que las almas así querían.

Estas seguían juguetonas y removieron ambos cuerpos

para que, sin darse cuenta, adelantaran el encuentro

media hora nada menos, los dos a la vez y sin saberlo.

Avisar querían de que allí esperarían, otra coincidencia

de la vida los asombraba ese día.

 Ella lo reconoció después de mes y medio

pero él no sabía si aquella dama que se acercaba

con sus andares particulares eran los mismos que él conocía.

 Frente a frente quedaron, se miraron a los ojos

quizás las mentes no supieran qué hacer

pero un beso en la mejilla se dejó caer.

 Avanzaron por las calles de ese pueblo

él la cogió del brazo, le pidió permiso nada más dar un paso 

ella asintió y su cuerpo se calentó.

Caminaron uno poco más hasta encontrar un lugar

donde poder dialogar.

 Sentados en un café, cuerpo frente a cuerpo

sus ojos se miraron y el extendió la mano

ella le respondió y con vergüenza se la dio.

Charla hubo una rato, miradas, risas y cogidas de la mano.

 Empezó a correr el tiempo y ellos no sabían

que, con ellos, en los encuentros, el reloj se dispararía.

Los minutos no existían, las horas no eran horas

caminando a toda prisa agarrados ya iban.

 Por calles estrechas y nuevas anduvieron y

el Segura los acompañaba en su andanza matutina

frío hacía, pero los corazones ardían

y allí, de repente, él se paró y le dijo:

“Momento beso”, y los labios se juntaron

ese fue el primer contacto y sus cuerpos se gustaron.

La magia empezó a crecer y otros besos a nacer

tiernos eran, apenas se rozaban

con cada uno de ellos el segundo se alargaba.

 Siguieron con sus pasos cogidos de la mano

el contacto suave, entrelazados los dedos y sentimientos naciendo.

 Una cerveza, cuerpo frente a cuerpo, regalos sacó y enamorada quedó

¿para ella?, sólo podía responder:

¿Te puedo dar un beso?

pero no era por los regalos

era todo él que la había prendado.

De sus besos se colgó, porque más de uno le pidió

¿Cómo en la primera cita se los iba a dar

sin saber cómo él iba a reaccionar?

 Mucho se miraban, ella apenas hablaba

ni palabra articulaba, pero encantada estaba.

Entre vinos y tapas ahí andaba el juego

besos pedidos y correspondidos.

Las almas estaban quietas

querían ver la escena

no sabían si ésta historia seguiría.

 El día corría, se perdían los minutos

agarrados iban por la calle

hasta que llegaron a un parque.

 Parecían dos adolescentes, exponiendo su pasión

cortados iban a veces pues no era la ocasión.

 Sentados en un banco con las manos jugaron

ella ya todo sentía lo que viviría.

Ella miraba al frente, al lado estaba él

apenas podía hablar porque no quería dejar de soñar

y es que su corazón le decía que lo quería y era amor de verdad.

 Locos nos llamarían, que porqué lo llamamos querer

porque en tan sólo días una nueva vida juntos queríamos emprender.

 Ella no quería irse, separarse de él

él, más comedido, se puso en pie.

“Hay que volver”, dijo.

Volver a la vida que dejamos y programar otro encuentro

si así lo necesitamos.

 Besos, caricias, regalos, abrazos fueron los últimos minutos

antes de que se separaran.

Cargada iba ella en una nube, quedó hechizada

a pesar de que ella era la que embrujaba.

Lágrimas salieron por la carretera

un cúmulo de todo en su cabeza

más al llegar a su hogar ya sabía que quería más.

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