Mi vida

 

Por mucho que te diga que me encanta me quedo corta. Es mi sueño, ha sido mi sueño.

Ganas de llorar me han entrado porque he ido caminando con mis hijas tantas veces las tres solas que me ha dado envidia y siempre me quedaba mirando cuando los padres jugaban con sus hijos o los acompañaban con más frecuencia.

Envidia de lo que tiene tu hija, lo que yo no tuve y mis hijas tampoco. Pero lo acepto y creo que ellas también porque no tenemos otra opción.

No sé cómo será la relación que tengan ellas en un futuro con él, porque lo que han vivido han sido peleas continuas.

Te voy a abrir la caja de pandora, porque, aunque ya no me apetece volver a contar lo que hemos pasado es para que veas que hay momentos en que no puedo ver documentales, series, películas relacionadas con ese tema.

Los enfados suyos eran frecuentes, yo me quedé enganchada emocionalmente a él desde los pocos meses de empezar la relación. No soportaba sus enfados silenciosos de días y la ignorancia porque no estaba acostumbrada a eso, no es que no lo hubiera visto con mis padres, pero sentirlo de esa forma de pareja no.

Es verdad que relaciones anteriores no tuve, rollos sí, pero nada serio.

El me mostró una cara que es la suya cuando no lo conoces, amable, servidor, encantador, detallista, pero cuando convives con él la cosa cambia. Peleas de esas cada dos por tres, y él se creció con mi forma de responder en las peleas.

El primer verano, ocho meses después de empezar la relación nos fuimos de viaje al parque Nacional de Ordesa con tienda de campaña (él había hecho mucha montaña toda su vida), y el primer día, cenando, entendió mal un comentario y se enfadó en ese mismo momento y dejó de hablarme dos días. A la mañana siguiente me dio las llaves de su coche y me dijo, vamos donde quieras y no me preguntes nada ni adónde vamos porque no pienso decirte nada ni ayudarte.

Estuve conduciendo por allí sin haber estado nunca todo el día hasta que llegamos a Jaca a las nueve de la noche. Me dijo que era yo la que tenía que buscar algún hotel donde dormir, y eso hice, buscarlo.

Al día siguiente seguía en el mismo plan, pero cambió algo y yo seguía yendo detrás, pidiéndole perdón, literalmente como un perrillo faldero. Este fue el detonante de mi enganche, ya no pude separarme de él, esto lo he sabido gracias a mis años de psicoanálisis y a que yo he cambiado y pensado mucho.

Mi enganche emocional es mi debilidad, mi punto flaco, quizás todas las maltratadas tenemos esa dependencia. Las personas que me conocen no lo entienden porque yo he sido muy independiente siempre y he protestado por las injusticias, pero en el tema del cariño, del amor tengo mi debilidad, ahora soy consciente y es lo que me trabajo. El cómo somos no lo podemos cambiar, pero si ser conscientes y darnos cuenta antes de volver a caer. Siempre hay que trabajar en ello.

Él me llegó a decir que si yo hubiera llegado a Murcia él me hubiera dejado. Como verás lo que te cuento es mi vida. Te la cuento para que veas que no somos perfectos.

Después de ese viaje, las peleas siguieron, junto con algún insulto, desprecios.

El verano siguiente se volvió a repetir la película, pero yo seguía allí.

El tercer verano ya estaba embarazada de Carmen y no nos fuimos a ningún sitio, pero al mes de embarazo tuve un amago de separarme porque además me hacía culpable de los malos rollos (me sigue reprochando hoy en día lo que quería hacer).

Mi familia estaba al corriente de todo y mi cuñada, la que vive aquí, es psicóloga y también ahora psicoanalista y me dijo que era el típico maltratador psíquico. Ellos nunca se metieron, pero sí me decían que había cosas que no podía aguantar.

Llegaron las hijas, las peleas igual, castigos a ellas desde los tres años por ir descalzas en verano, peleas conmigo por meterme en medio muchas veces y porque no lo apoyaba.

Muchas veces sola con ellas porque cuando había enfado dejaba de hablarles a ellas. Ellas siempre se venían conmigo, supongo que los gritos le asustaban.

Carmen sufrió más porque siempre ha sido una estudiante mediocre, rebelde y él no se daba cuenta de que la forma de decir las cosas influye mucho.

Cuando me decía que no lo apoyaba yo le decía que si lo apoyaba en algunas cosas, pero no en la forma de decirlas. Siempre había miedo por temor a enfados y peleas.

Mis hijas han sido castigadas por no querer hacerse fotos cuando tenían 6-7 años, gritos y enfados sin ton ni son, pasaba de comer con nosotras los fines de semana porque estaba enfadado. Hemos estado las tres juntas casi siempre por eso lo que hago yo ahora con ellas no me supone tanto trabajo porque siempre ha sido así.

Insultos sin venir a cuento como que éramos las tres unas hijas de puta, porque ellas jugaban a las cinco de la tarde en sus habitaciones y a lo mejor hablaban fuerte.

Decirle a Marta que su hermana no iba ni a llegar a barrendera por cómo iba en los estudios,

Romperle a Carmen unas mallas (las llevaba puestas con un pequeño agujero en la costura), cuando iba ya al instituto por algún roce entre los dos a primera hora de la mañana.

Estando yo de noches, Marta me decía algunas noches que no me fuera porque se quedaba sola, su hermana en la habitación y quizás su padre pasaba de ella (dormían en habitaciones separadas).

Cuando Marta iba todavía al colegio y Carmen al instituto su padre me dejaba a Marta cuando salía de trabajar y me quedaba con ella hasta que entrara a las nueve al colegio.

Así, fueron transcurriendo los días y años, yo fui creciendo en todos los aspectos y el psicoanálisis me ayudó, le tengo que agradecer mucho a mi psicoanalista, pero ella me dice que lo he hecho yo sola.

Nos echó de la casa, aunque lo niega ahora, pero Marta tenía trece y Carmen quince, ellas se acuerdan y yo no tenía por qué mentir. Me fui a casa de mi madre, estuvo cinco días llamándome para que volviera, la típica luna de miel de los maltratadores.

A quien de verdad se lo tengo que agradecer  es a mi madre, sin ella hubiese vuelto con él, hablé mucho con ella, ha sufrido mucho por mí y ha visto y ha oído por sus propios ojos los insultos y el trato.

Con mis hermanos me llevo muy bien y mis cuñadas también, todos me han ayudado y por supuesto Marta me ha empujado mucho y me ha hecho recapacitar.

También es verdad que la relación con ellos era peor cuando estaba casada, más negativa y veía cosas en ellos, sus comportamientos diferentes, era yo.

Así podría seguir contándote más batallas recriminatorias hacia mí, comentarios, insultos. Al final pasaba de las peleas y era yo la que no hablaba durante días y como si no existiera.

La vida así se hace dura, te aísla, te hace estar mal continuamente, la cara se ensombrece.

Después de separarme, el primer año fue un estrés continuo, mi casa estaba sin amueblar, Carmen después de pensárselo mucho decidió venirse conmigo a vivir después del primer verano de separados, entre medias yo he aguantado sus malas palabras, desplantes, faltas de respeto y mal comportamiento en el instituto. ¿Cómo iba a pensar en una relación nueva?, encima cada vez que la abogada me llamaba o me decía algo era estrés sobreañadido, te puedo decir que ese año tuve nueve herpes labiales, me puse mala de la gripe como nunca en mi vida, que mi madre venía a mi casa y estuve cuatro días sin moverme de la cama y sin comer, asustados los tenía.

Él me reclamaba el oro y el moro de todo, nos casamos en bienes gananciales, menos mal que sólo fueron los último cinco años. Y yo no podía reclamar casi nada porque el muy cuco lo hizo, no sé si sabiendo o no, el pagaba lo que llevaba factura porque era su casa y electrodomésticos, televisor, y yo lo que no, y algo que sí, cómo comida, ropa de niñas, veranos, viajes, libros, academias, incluso la ortodoncia de Carmen, bueno, casi todo lo referente a ellas.

De éste tema no hemos salido, tiene que demandarme y pedírmelo oficialmente por el juzgado. Lo que se ha celebrado ha sido el divorcio y la custodia y manutención. Pero bueno, están los bancos y yo estoy mucho mejor,

Te cuento esto porque quiero que lo sepas, pero no quiero dar pena ni lástima. Soy fuerte, todo esto me ha hecho crecer y veo el lado positivo. Marta me dice que menos mal que seguí con él porque así nació ella. Yo le decía a él que no se merecía las hijas que tenía, porque siempre lo perdonaban o lo perdonábamos.

Así que siento muy orgullosa de tu papel de padre, lo has hecho muy bien y ahora recoges el fruto. No hay mayor satisfacción que esa por tu parte, de tener a tu hija y de ella de poder llevarse contigo como lo hace y la confianza que tiene.

Un beso muy grande, te quiero.

P.D. Mi miedo, el que tenía es que no quería volver a vivir una situación así. A mi psicoanalista le decía, ¿María José y si me vuelve a pasar?  y ella me decía no, Carmen, ahora sabes más.

 

 

 

 

 

 

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