De amor y otras cosas


Creer o no creer en San Valentín, creer o no creer en el amor, tener o no tener fe, esperanza en encontrar alguna vez en la vida lo que significa éste sentimiento. Reír, llorar por éste. Nos empeñamos en que el querer a alguien es amarlo o quizás sea otra cosa que no nos atrevemos a decir. 

Querer o poseer a alguien, querer que la otra persona sea una prolongación de nosotros mismos, querer que nos quieran o que nos amen. Siempre la misma historia, se promete el oro y el moro, amor eterno, que somos los últimos, que ya no va a haber ningún otro como nosotros, los definitivos, los etéreos, los puros.

Y luego viene otro/a y las promesas y las palabras se quedan en eso. Porque el amor irrumpe en nuestra vida, nos descoloca, nos vuelve vulnerables, nos desprotege, nos desnuda, nos abre al otro y luego...

Luego viene que todo se va desvaneciendo, que ya no somos los puros, los eternos, vemos que hay más peces en el rio, otros que vamos conociendo y despiertan sentimientos nuevos, soñados, crece un nuevo sentimiento, volvemos a ver y a darnos cuenta que lo que hemos prometido ya no cuenta, ahora cuenta lo nuevo, seguimos conociendo y aparece el amor de nuevo y nos vuelva a arrasar.

El amor nuevo que puede con el anterior y volvemos a prometer lo innombrable, sin darnos cuenta que hay tantos amores como personas hay, porque cada uno somos diferentes, porque todos aportamos algo nuevo, porque el amor ciega y engaña.

Y seguimos hablando del amor frívolamente, nos sale de la boca con tanta soltura y tan fácil la pronunciamos, nos pensamos que amamos y escribimos de él como si lo conociéramos.

¿Qué hacemos, hacemos como San Valentín, amarnos a nosotros mismos y caer en nuestra trampa o decir que amamos a otra persona y caer en la trampa del amor?

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