No hay título
Hoy no hay nada en concreto
que lleve mi mente para soltar aquí, quizás sean varias cosas, mezcladas según
el momento de la mañana, lo que me ha ido surgiendo en el trabajo, alguna
palabra que se ha quedado dando vueltas en mi cabeza y alguna persona que me ha
hecho un comentario o me ha contado algo que inquieta su mente y entonces a esta
hora ya se ha formado una sensación en mí que tengo que decir.
La fragilidad del cuerpo
empezó bien temprano, cuando escuchas, cómo a ciertas personas se les quiebra
su vida en el momento en que conocen que la fecha de caducidad se acerca más
pronto que tarde de lo que ellos quisieran, y que ya no van a vivir con la
esperanza de que se harán viejos, con la esperanza de que aún no llegará el momento.
Entonces pienso en mí, en lo
que he tenido, en lo que tengo, en lo que quiero y nada tiene sentido; sólo hay
una cosa que la tiene y tú lo sabes, yo lo sé, ahora, en éstos dos meses, tengo
que darte la razón. El Amor.
Pero es tu amor el que lo
llena todo, el que lo ha llenado todo, el que ha llenado mi vida y el que ha
calmado mi anhelo. El amor de madre, el de hija, el de amiga no era suficiente.
¿Por eso soy menos madre, menos hija y menos amiga? Sólo sé que soy consciente
de ello. Aunque dé la sensación de que no disfruto de tu amor no es así, porque
la sensación de vacío no la tengo.
Ahora me viene a la mente que cuando tienes
todos esos amores en tu vida no notas la ausencia de ellos, cuando te falta
alguno sientes que algo no tienes.
Te cuentan vivencias, pesares
del día a día, problemas que al final son piedrecillas que están en el camino.
Nos preocupamos por lo superficial del mundo, de nuestro pequeño mundo, de
nosotros mismos, de satisfacer nuestro ego y sin pensar en el que está al lado
nuestro y encima si es al que decimos que queremos.
Y llega un momento de nuestra
vida, sea pronto o tarde, que nuestra película empieza a rodar en nuestra
mente, recordamos vivencias felices y tristes, añoramos a los que no están y
nos arrepentimos por haber dejado escapar a aquellos que ahora nos harían amar
de verdad. Ese amor que te acompaña hasta el final de los días, el único
acompañante que ha estado a tu lado cuando los padres, los hijos y los amigos
ya no lo están. El que te ha levantado cuando lo has necesitado, el que te da
fuerza y el que te ha enseñado a vivir de otra manera, el que te hace la vida
llevadera, el que te enseña a amar y no enfadar. El que te lo da todo, sin más,
sin pedir, sin protestar y sin rechistar.
Ese es el amor del que nunca
me voy a cansar, el que me ha terminado de llenar.
Sé que el resto de amores
están, llenan pero no como éste. ¿Pero por qué?
No lo sé.
Así he pasado la mañana,
sensible a los sentimientos y problemillas de los otros y pensando en la suerte
que tengo. Mi suerte se llama José María.
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