Noches en vela
En mitad de la noche quedo, como cada noche, a ver si se me
despeja la mente y encuentro el momento.
Noche de tinieblas para unos, quizás para la mayoría, donde se agolpan los miedos, los recuerdos y nuestros fantasmas, que son sólo fantasmas, son los únicos que vienen a inquietar el momento y a no dejar que volvamos a caer en los brazos de Morfeo, es entonces cuando nos damos cuenta de la realidad de nuestra vida, cuando la lucidez para unos se hace tan clara, que para otros estas largas horas en vela son una pesadilla, no saben qué hacer y miedo tienen del silencio, de los fantasmas de otros que puedan aparecer, de las pesadillas que se hacen reales, de los delirios y gritos de algunos.
Todo en esta hora pasa, a las tres, cuando a nivel planetario, en otro que no es el real, ciertas almas nos aguardan, velan por nosotros y nos acompañan.
La noche puede ser siniestra, muy larga, quizás porque esperamos mucho de ella, pero es misteriosa, quizás el misterio es porque no nos atrevemos a enfrentarnos a nosotros mismos.
En el silencio de la noche nada nos acecha ni nos perturba, salvo nuestros propios pensamientos. No son éstos los únicos, pero si suficientes son para despertarnos.
Sólo en la hora donde parece que se va la noche, en ese instante donde la noche se hace madrugada, es donde el sueño aparece de nuevo, nuestros miedos se van evanesciendo, parece que los fantasmas de nuestra cabeza van desapareciendo y la intranquilidad de nuestra alma se calma.
Ahí nos vuelve la claridad del pensamiento, pero no es otro sino un velo que volvemos a poner para tapar lo que no queremos ver.
Las noches se repiten y cada una va arrastrando los fantasmas que no logramos echar. Descubrir el misterio de la noche, la tranquilidad, el silencio que acompaña y enfrentarse a nuestros miedos es la mejor terapia que uno puede encontrar. En mitad de nuestro sueño, cuando éste nos ha despertado es porque el inconsciente quería avisarnos de algo.
¿Tanto miedo tenemos de enfrentarnos a nuestro yo más profundo?
Cuántas cosas escondemos y no sabemos. Sólo en ciertos momentos de nuestra vida aflora ese yo al que deberíamos prestar atención. Pero es aquí, en este momento, en esta hora, donde mi cabeza encuentra la lucidez y las ideas se me vienen solas, donde la profundidad de lo que siento es más patente, donde encuentro mi equilibrio y donde nadie me molesta, ni mis propios pensamientos.
Sólo la noche me acompaña en el mejor de mis momentos, ella y mis pensamientos. Sólo los dos me ofrecen claridad en mi mente y donde dejo que mis fantasmas salgan libremente. Una vez así, entramos en una dialéctica sin pelea y cada uno ofrece su argumento y sus propias ideas.
Y me ayudo de la escritura, para dejar que cada uno escriba usando mis manos lo que lleva dentro, unas veces hay expresiones de rencor, otras de dolor, de amargura, de hechos pasados que duelen y no terminan de despegar, otras veces nos encaminamos juntos por el mismo sendero de la reconciliación, es entonces cuando las mejores ideas y pensamientos salen. Es entonces cuando la luz de mi vida me alumbra y con toda esa claridad puedo dejar que la noche siga su curso sin pelea por haber pasado la noche en vela, pero con la conciencia tranquila de haber despejado un tramo mi camino.
Consciente soy de las noches en vela, ya no me pesan, no me cabreo, amiga soy de ellas porque me han ayudado a aclarar mis ideas.
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