Recuerdos

 

Nuestra vida consiste en hechos que se convierten en recuerdos, éstos nos acompañan siempre, unos días se agolpan con más fuerza y adquieren una sensación tan real que nos hace volver al pasado lejano o no, y pensamos si el momento actual es mejor, peor, o diferente, si algo ha cambiado, si nosotros hemos cambiado, los comparamos sin juzgar, sólo para posicionarnos y hacer un balance de nuestra vida.

Todo empezó hace 75 días, cuando no sabía que mi vida se iba a llenar de nuevos recuerdos, esta vez eran recuerdos compartidos, yo no iba sola. Quizás los primeros días tenía la sensación de que el viaje me aportaría nuevas sensaciones, vivencias conmigo misma, pero luego, conforme los días empezaron a pasar fuimos atando cabos y nos dimos cuenta de que ya no estábamos solos, empezamos a compartir recuerdos, situaciones, escenarios juntos sin ser conscientes de que durarían y serían recordados hasta hoy.

En este periplo de días que han transcurrido, a pesar de los escasos encuentros físicos, las raíces se han extendido tanto que parece que llevamos años, todos los días compartimos momentos virtuales, repasamos nuestra vida pasada, analizamos la actual y planeamos un futuro cercano para que no se pueda estropear.

Con todo esto, los encuentros, las llamadas, los escritos, he creado mis momentos, he creado mi corta vida con tantos recuerdos y pensamientos que ahora, en mi día a día su recuerdo camina junto al mío.

Yo sabía que ayer iba a ser un punto de inflexión, donde me iba a dar cuenta hasta qué punto mi vida había cambiado al vivir un día de viaje en grupo, donde un grupo parecido a éste fue el detonante de que los recuerdos empezaran a juntarse.

Y empezaron a salir momentos vividos desde el minuto cero a mi mente, cuando sin saberlo unos simples asientos en autobús cobrarían tanta importancia ayer, pensando que él iba al otro lado, sentado, escuchando y mirando el mismo escenario.

Ya no era lo mismo, la sensación que tenía no era de vacío sino de echarlo en falta, haciéndome pensar si tanto que me gusta viajar iba a ser siempre igual.

Ya no disfruto de igual manera, ya no me río como lo hacía, ya no hago las fotografías pensando sólo en mí, ya no miro un paisaje y medito el momento en soledad porque en el fondo no estoy sola, ya no siento a la gente que me rodea de la misma forma, ya no soy yo sola, porque lo que quiero es vivir eso momentos con él, sentarme con él, caminar con él, verlo hacer fotos, sentir la vida, esos momentos que ni una captura de pantalla los puede coger, porque ni el canto y juego de los pájaros se pueden exponer. Esa complicidad al viajar con alguien es única, sólo sabe el que viaja acompañado que los lazos que se crean son únicos, donde unos simples instantes se quedan grabados para siempre en la memoria y esos recuerdos son los que nos acompañan después.

Pero la madurez de la vida, las enseñanzas del maestro calan hondo y entonces suspiras y dices, sí, estoy sola, pero con él. Lo llevo en mi memoria, me acompaña en mi corazón, en mi pensamiento y aunque no esté a mi lado lo siento como si estuviera porque está en mis recuerdos, éstos que se juntan con los presentes y los dos hacen el momento real, fortaleciéndome y haciéndome ser consciente de que, aunque no esté, está.

Porque la vida sigue, porque la distancia física entre nosotros sigue y las vivencias que tenemos siguen, juntos o no, acompañados el uno al otro o no, todo sigue, todo se va cargando de recuerdos, no estamos alienados, vivimos vidas paralelas donde se confluyen en algunos momentos. Soy consciente de ello, como de que hay otras personas ajenas a nosotros que pasan más tiempo al lado nuestro que con aquellos a los que queremos.

Todo lleno de recuerdos, simples, complejos, buenos y malos, todos fortalecen y debilitan en algunos momentos, con ellos sobrellevamos incluso la vida porque sin ellos moriríamos.

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