Reflexiones

 

Lo que me gustaría no es lo que es y con eso tengo que seguir, es el destino, mi destino el que me haya juntado a ti, el que me estés enseñando las lecciones más difíciles que no están en ningún libro. Hay temas complicados que necesitan más de un día para ser captados, ejercicios todos los días de memoria, de analizar y de hacerme pensar. Aprender a vivir contigo, pero sin ti. A aprender conmigo y con mis debilidades referente a ti.

Ayer hablaba de mí, de mis dudas, de mis inseguridades, de mi gran falla que me parte en dos, de mi enfermedad crónica porque está enraizada en mi propio ser, consciente soy de ella, pero todos los días tengo que trabajar en ella.

Voy a contártela, desnuda quedo, pero no me importa, creo que te la he comentado alguna vez.

Me vas conociendo un poco más, como dices, todos los días me conoces un poco más.

Yo te digo que me bajes del pedestal, soy de carne humana y mis deficiencias tengo como todos, quizás luego te desilusiones, pero la edad me ha enseñado a no tener tanto miedo en decepcionar.

Soy una persona fuerte, con carácter en muchos aspectos de la vida y con decisión, pero hay un punto donde me quiebro. Hablo de sentimientos, de aceptación.

No sé en qué momento de mi niñez fue, pero algo captó mi atención, quizás la falta de atención que yo quería fue la que me definió.

Cuando nacemos hay un momento inconsciente donde una palabra entra en nuestra mente, la que nos diferencia de los animales, ésa palabra nos va a definir y estructurar para el resto de la vida, la que nos hace ser de una forma o de otra.

No sé lo que captó mi atención, pero soy consciente de que, en mis recuerdos, desde siempre, he querido estar presente en la vida de los que me importaban, de los conocidos también, que me hicieran ser alguien importante, ocupar un lugar privilegiado en la vida de ellos.

Quizás esto me haya hecho ser quien soy, estoy segura, como que estoy segura de que mi vida pasada con todo lo que he vivido ha sido por ello.

Cuando se habla del maltrato a la mujer me sublevo porque nadie que no haya pasado por ello sabe lo que es. Hablar sin experiencia propia es muy fácil, de éste tema como de cualquier otro, pero en mi caso puedo decir que una mujer maltratada va a ser toda la vida así. No tiene cura.

Por qué acepté ser maltratada viene de lejos, muy pocas conocen la raíz del problema que no es otro sino lo que sintieron y lo que captaron desde niñas.

Querer ocupar un lugar importante en la vida del otro es desgarrador, te hace humillarte, desprestigiarte, arrastrarte, anularte. Te hace no ser persona.

Por qué acepta una mujer u hombre ese trato del maltratador no se entiende y menos cuando el maltratado tiene trabajo, casa, solvencia económica, capacidad mental de sobra para vivir.

Pero tiene una gran debilidad, querer que la quieran como ella quiere, que la pongan en el lugar que ella quiere, que la reconozcan como lo más importante y le den atención como ella quiere. Esa falta que ella tiene la rellena con lo poco que le da el maltratador, aunque sea un minuto y al siguiente la insulte o desprecie. Ese minuto de estar en el pedestal vale más que cualquier otra cosa. Ese enganche emocional no tiene precio. O sí, su propia vida en algunos casos.

¿Pero a qué nivel se rebaja una mujer, por hablar de éste género, hasta tal punto de denigrarse como ser humano?, nadie lo sabe a no ser que seas maltratada.

Hay que hacer mucho trabajo con ayuda y sin ayuda a salir de ahí, pero siempre está ahí esa falta.

En estas reflexiones que te cuento tengo que decir que mi mayor éxito en la vida es saber por qué estaba enganchada a eso y sabiéndolo tengo que luchar todos los días con ella estando contigo.

Es mi debilidad, no tiene cura, nunca la va a tener, pero al ser consciente de ella todos los días tengo que estar analizando mis pasos, esos que doy a tu lado, no es que seas maltratador, que en ningún momento se me ha pasado, es por mí.

 No quiero engancharme a esa debilidad contigo, tengo que luchar conmigo misma, a no querer aquello que además nadie en el mundo ni, aunque viviera mil vidas, me iba a dar. Me dices que me quieres, que me lo vas a demostrar todos los días. Una parte de mi quiere, la peligrosa, la que me engancha, la que le demanda al otro ese puesto que quiero y la otra también quiere, porque quiere sentir que no le van a hacer daño y sentirse querida asumiendo que ha habido otras y que tengo que compartir cosas que ellas han tenido y escuchado de ti, que no soy única. Y esta es la parte racional, la que entiende todo. Y las dos luchan.

Y tengo que pensar todos los días en que me quieres porque me lo dices y me lo demuestras, pero tengo que no exigirme a mí misma que quiero más, es una lucha entre mis dos yo. La que quiere ser la única, la que no quiere que la comparen con nadie más, la que le gustaría todo y haría cualquier cosa por conseguirlo (como me pasó con mi ex, en éste caso el maltratador, alimentó a ese yo) y la que piensa que no estoy sola en el mundo, que no soy imprescindible, que no hay exclusividad, que ha habido otras y puede haber más, que soy una más, que tengo que ser persona y si los otros, tú, no me aceptáis o no me queréis no pasa nada, porque me tengo yo, porque tengo que seguir con mi vida y llenarla de experiencias que me enriquezcan, de mis  propios recuerdos. Porque lo normal es esto.

Ahora con en el paso del tiempo y conociéndome más entiendo mi forma de ser independiente, de querer cobijarme y protegerme, de que no me hagan daño y de no hacérmelo a mí misma, de no sacar ese yo peligroso y proteger para fortalecer al racional. 

Mis dudas, esas de las que te hablo, de esas que te menciono y no sabes si van a alejarme de ti ya las conoces.

Me preguntaste si me quería, no lo sé, sé lo que no quiero que por ahí empiezo.

Entre los recuerdos y reflexiones anda el juego de mi vida.

Mi mente no para no, sólo le doy descanso cuando encuentro el porqué de las cosas, cuando no veo peligro a mi alrededor, cuando no pienso mal en mí y no me castigo ni me exijo.

Batallas tengo que lidiar todos los días, las mías y las de mis dos hijas y alguna que otra más.

Llena de circunstancias está mi vida, pero ahí sigo, creo que soy más fuerte y ahora voy precavida, sabiendo.

Estas son mis reflexiones y una ayuda para bajarme del pedestal en el que me has puesto.

Podría seguir explicándote más cosas, pero ya habrá momento. Yo seguiré escribiendo por si te sigue interesando.

Yo también te voy conociendo y sé que te gustan las mujeres que no son fáciles, las que tienen problemas o dificultades, quizás sea un desafío para ti, no sé. Quizás te canses, ya te lo he dicho, no puede ser una relación normal, otra más, cada una con sus peculiaridades.

Quizás me arrepiente de decirte todas estas cosas, pero también quiero que sepas cómo soy.

Asumo el riesgo, siempre lo he asumido.

 

 

 

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