La demanda

 

¿Qué significa la demanda?  Demandar, pedir, reclamar.

¿Es que estamos pidiendo, reclamando o demandando algo que nos pertenece y queremos que se nos sea devuelto? ¿Qué es lo que queremos?, ¿algo o a alguien?

Pues sabiendo y sin saberlo todos estamos envueltos en esta palabra, la demanda, demandar algo a nosotros mismos o a los demás.

Asfixiamos nuestra existencia, nuestro día a día, dejamos de disfrutar del momento de la vida porque la mente la tenemos puesta en otras tareas no más constructivas, todo lo contrario, estamos pidiendo a nuestro otro yo, aquello que queremos, ya sea a nosotros mismos o a los demás.

Y no sabemos que no tenemos que hacer caso a esa demanda que nos estrangula invisiblemente y no nos deja disfrutar ni vivir en paz.

Nuestro punto más débil como ser individual que nos caracteriza a cada uno y nos hace ser diferente del resto, es una punta de alfiler tan fina, pero tan dolorosa cuando se clava que es la que nos hace caer a tan magnánima dimensión. El cuerpo físico y la mente superficial que manejamos cotidianamente sucumben a ese pinchazo.

¿Cómo podemos dejarnos llevar por eso? No se ve, pero es inmenso su poder que nos aniquila en algunas situaciones que vivimos y nos hacer rebajarnos, humillarnos, dejamos de ser uno mismo, decir lo que sentimos y lo que queremos, dejamos que adquiera forma y cuerpo en nuestra mente y vaya creciendo ocupando todo el pensamiento a lo largo del día o días o meses o siempre distorsionando la realidad.

Pero hasta que después de mucho tiempo analizando porqué sucumbimos o sucumbo a esa petición, le hago frente y me dispongo o iniciar una lucha diaria, cargándome de raciocinio y sensatez y diciéndome a mí misma, en voz alta o por escrito que yo puedo más que esa punta de alfiler. Capaz soy de dominar ese pensamiento, igual que he sido capaz de alejarme de la droga que durante tantos años me hizo rebajarme y humillarme y hacerle caso a ese pensamiento tan devastador.

Siempre demandamos, la demanda manda, pero cuando ésta es negativa hay que intentar que no maneje nuestra vida. No es cuestión de que sea algo físico puesto que nunca lo es diría yo, sino más bien un pensamiento erróneo que crece dentro de nosotros, empieza minúsculo y le vamos dando cuerpo o, mejor dicho, él se va tomando confianza y crece a sus anchas y nosotros no sabemos ponerle freno y decirle, ¿dónde vas por ahí?, rebatirle con fuerza y ganarle el pulso. Una vez fuera de juego se pensará dos veces reanudar la partida y nuestro yo será más fuerte.

No hacer caso a esa demanda, de mandar, nadie manda en mi consciencia.

 

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