No es miedo ni duda
No es miedo ni duda lo que
sobreviene a mi mente. No es no querer ni que no te quieran. Quizás los
comienzos fueron los que sembraron la pregunta por encontrar la respuesta con
los días.
El pasado ha pasado y ha dejado
rastro, huellas que queremos quitar cuando las sombras se ciernen en esos días
nebulosos.
Queremos que la memoria no
retorne y nos haga recobrar los malos momentos, ¿o los buenos por si acaso?
Y no retorna. Es una palabra, una
mirada, un paisaje, una anécdota o un silencio lo que hace que se quiera saber,
sólo saber, porque el pensamiento va libre, a su antojo, y hay que sujetarlo,
agarrarlo y no soltarlo para que no vaya por caminos ya transitados con los
años.
El futuro no existe ni forma
tiene, puede que queramos moldearlo a nuestro antojo, pero hay veces que no es
posible. La vida tiene sentido y cobra la deuda de lo que hemos hecho y lo que
hacemos, de lo que decimos y callamos.
Los contratiempos, la monotonía,
la rutina, el cansancio por lo repetido, el dejar, sintiendo el abandono,
alimentar el cuerpo en lugares distintos y recobrar la calma y el sueño robado
en cama ajena donde otros y otras han pasado.
Sentir que los días pasan y el
silencio se alarga, los detalles se pierden y otros los cogen, la rutina
se olvida sin salir de la boca, pero con el sabor agridulce y un poco amargo de
no caer en la buena boca donde saborear el dulzor del reencuentro, de la
escucha y el cobijo.
Nada es como ayer y puede que
mañana no cambie. Una ya no es la misma, calan las horas y los minutos, las noches
de insomnio. Vuelve entonces la rutina de antaño porque el vacío duele de nuevo
y hay que habitarlo.
Y los días resulta que van saliendo,
airosos, uno tras otro, y somos presentes y estamos conscientes y sabemos
disfrutar. Vemos lo que hemos dejado atrás, las personas que dejamos y nos
dejaron, las que todavía nos acompañan, aprendemos de ellas y de las
otras.
La vida es un continuo viraje
donde nos moldeamos, cuando se deforma por algún lado encontramos la manera de
moverla hacia el lado contrario para volver a darle forma.
Todos los días rodamos, ruedo en la rueda
de mi vida y me muevo lenta y rápidamente. Me agarro a los barrotes, fuerte,
para no soltarme, aunque a veces los dedos se resbalan. Al final lo consigo,
los sueños me desvelan lo que en la vigilia duerme, soy fuerte y puedo salir,
otras veces conseguí llegar y superarme en los tropiezos.
Ahora no sé, confío en la suerte,
con el paso del tiempo miro y veo que alguien me quiere porque me ha vigilado
sin ser visto o vista, enseñándome que el buen camino se hace con cautela y
paciencia.
Fuerzas he pedido centenares de
veces para sobrellevar en la soledad de la compañía y sin ella los sinsabores.
Ayudar a los que me necesitan y dejar para otros días de mi vida aquello con lo
que he soñado.
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