Cuando el tiempo pasa

A veces no nos damos cuenta de lo rápido que va, los momentos presentes son los que nos avisan si el reloj marca los segundos en su segundo, o puede que el segundero se salte alguno, como el corazón caprichoso que se acelera o se frena con su latir o se salte alguno si encuentra motivo por ello.

Mi tiempo va loco, a veces corre que se las pela, o no lo siento o se detiene o enlentece.

11 meses han pasado, ha corrido nuestro reloj, el mío en unos momentos galopaba, sobre todo cuando te veía; en otros era lento y me pesaba, 147 km nos separaba. Ahora parece que ha encontrado un ritmo acompasado, no es que se haya estropeado el contador del tiempo, es que el tiempo se ha hecho amigo y nos vamos entendiendo.

Quererte no me costó y casarme en la intimidad tampoco. Pasear contigo de la mano y ver pasar el tiempo es un lujo al alcance de muy pocos.

Como aprendiz, a tu lado, he aprendido a detener el segundero de mi tiempo para que se haga amigo del tuyo, aunque como más joven que es de vez en cuando se desboca y salta.

El tiempo no tiene color ni forma, lo coloreamos y formamos, se estira y encoge, lo amarilleamos y griseamos con consciencia e irracionalidad.

Controlar el reloj, adelantarlo o retrasarlo porque se desacompasa y con el uso pierde exactitud.

No puedo hacer con él lo que quiera, sólo quiero que me ayude a superar lo que me hace que el segundero se atrase o se salte un latido.

Seguir a tu lado con nuestro reloj, contar los segundos que quedan, los que nos separan desde que nos despedimos y los que quedan hasta que nos volvemos a reencontrar.

Así marido, como tú dices, pronto. Todo llega a su debido tiempo.

  

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