El invierno

 

El invierno… que se avecina dejando la piel más fría y encogida.
Se quedaron las ropas vaporosas y las chaquetas de entretiempo en el armario.
Otras noches, las calurosas, fueron las que hicieron que los cuerpos se extendieran, se separaran unos de otros para dejar que la poca brisa que entraba por las ventanas, abiertas de par en par, nos refrescaran.
Lejos quedan esos baños en agua dulce o salada para quitar las gotas de sudor tras algún esfuerzo.
Entonces, ahora viene el cerrar de puertas, cobijarnos en nuestras guaridas y dejar que el agua caliente o el ser amado, aquel que lo tenga, nos caliente. Cobrar sentido al formar con los cuerpos esas figuras geométricas apenas irreconocibles en otra época del año.
Nostalgia viene de no poder saborear más el frío paseando de la mano y con la cara helada. No poder compartir más momentos que dejan marca y sentir que los días pasan, los años se van notando y la vida se pierde.
No poder abrazar y sentirte, aceptar cada vez más que la vida es ésta. Aceptar que para amar no hace falta tocar, ni ver, sólo sentir. Pero este sentimiento se agranda con los otros y los otros ayudan a que aquel perdure.
Así es el invierno, frío, pero romántico, consiguiendo que los amantes acerquen sus cuerpos y sus bocas y digan lo que sienten cuando se ven, se miran y se tocan.
Bendito invierno que aleja las broncas y reconforta.

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