Febril andas

 

Buenas noches bello durmiente, perjudicado está tu cuerpo, acatarrado y algo febril andas, caminas por las calles, te paras en los escenarios que captan tu atención y dejas la huella inmortalizada en tu teléfono. Medio agachado, con las dos manos sujetándolo y sin moverte, afinas el encuadre y disparas a lo que tu imaginación guardará en tu biblioteca para luego exponer a tu público lo que tú llevas, animándolas con tus circunloquios unas veces y otras no. 

Eres un ser único en muchos aspectos. Es verdad que te observo, miro tus movimientos, cómo hablas y te expresas y lo que tus manos tocan. A veces, a tu lado me sorprende, te lo he dicho muchas veces, cómo te fijaste en mí, yo, que apenas soy consciente de mis fortalezas, pero sí de mis debilidades, tuviste el coraje de acercarte. 

Eres diferente, totalmente, sensible y a la vez sensato, cercano, pero también distante cuando lo que quieres es enriquecerte de la vida, amigable y solitario, no te hace falta llevar a nadie a tu lado ya que contigo ya llevas al mejor compañero de batallas, paseos, encuentros, y alegrías. 

Madurez plena que maduras al árbol que se te arrima, dándole cobijo y calor al que lo necesita y se acerca, extendiendo tus brazos lenguados de donde salen las palabras más certeras y así, el necesitado con tu aliento prosigue su marcha, a veces acompañas, otras no, pero insuflas la suficiente energía y aliento para continuar con sus vidas.

Siempre quedará en la memoria de aquellos por los que pasan a tu lado tu recuerdo, tus palabras, tus dimes y diretes, lo chocante de tus comentarios y esas frases que con tanto ingenio salen espontáneas. 

Así te veo, tocante y cercano a veces, pero muy lejano otras, porque no eres mío sino del mundo y a veces, aunque quiera que estés más cerca tienes que estar más lejos, porque, aunque me digas que no estás lejos, que estás dentro, mi interior está lleno y hueco, porque eso que queda es lo que tengo que rellenar todos los días, para que no crezca, para que no se coma el interior lleno. Porque te extraño y no es malo, porque das sombra, cobijo, aliento y alimento a mi alma y a mi cuerpo. Porque anclada a tu cuello, de medio lado, es dónde me meto cuando estoy a tu lado, agarrarte del brazo y mirar tus labios, son placeres, pequeños pero la mar de gratos, tan así son que de sólo mirarlos mi incitan a besarlos.

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