No hace falta

 No hace falta que me pidas lo que me pides, ni que me digas lo que quieres, ni lo que dices.

Tan sólo nombrarlo, tan sólo verte y mirarte y besar tus labios, tan sólo recordarte y tan sólo tocarte. Entonces las palabras sobran porque los cuerpos se nombran.
Se borran todos los recuerdos y aparecen los nuevos, los del momento, los que perduran, y lo harán en un futuro, de ese del que te acuerdas y del que yo no quiero imaginar.
Ahí, donde tú sabes que me acomodo y me recompongo, en ese triángulo de tu cuerpo, donde las fragancias se inhalan y los sueños dejan de serlo.
Entonces ¿para qué pedir? Si tan sólo con mirarnos todo se desvanece, a mí por lo menos, y ya no tienes que preguntarme sino acariciarme y besarme, cogerme de la mano y hablarme cómo tú sólo haces.

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