Descorchando la botella
La verdad es que te digo que te quiero.
Apago la radio para que no enturbien las noticias lo que quiero decirte.
Me dices muchas cosas, que me quieres, que soy tu presente, que no piense cosas
que no debo.
Tienes razón, mi mente divaga, se va, la traigo, intenta de nuevo salir
corriendo, salta la valla, pero la agarro, patalea, suelta improperios, pero
cada vez conozco más su juego, así que, en el último minuto la atrapo de nuevo,
bien por mí o por tus palabras, desde los kilómetros que nos separan
conseguimos sujetarla.
El mástil más alto es el que la espera. Allí, oteando el horizonte, aunque haya
nubes, aunque haya sol e intenten los rayos chamuscarla, ella aguanta con
tesón, cabezona como ella sola, pero cada vez su doble gana más batallas (la
mente razonable).
Así caminaba esta mañana, así transito ahora.
Pienso en ti, en mí, en nosotros, en cómo estoy a tu lado, en lo que me haces
para ser yo, para dejarme expresarme y contarte. Quizás no hagas nada,
simplemente estás, como el otro día, cuando nada más sentir que estaba a tu
lado y empecé a descorchar la botella, saliendo todo lo que llevaba dentro,
hablar, sin que me preguntaras, algo tienes que me haces que hable, te cuente,
te diga lo que llevo dentro, lo de días anteriores y no me salía y lo del
momento.
No hay barreras, no puedo tenerlas ni las quiero, no hay silencios por tu
parte.
No sé qué hay, o lo hay todo. Todo lo que se puede, lo que podemos porque lo que
falta no depende de nosotros.
Así empecé bien de mañana y ahora termino empezando la tarde.
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